MÁS QUE UNA ESTRELLA, UN SER HUMANO, UN PAYASITO
En la noche obscura y mirando a las estrellas me
detengo en el camino por un momento, es bueno elevar
los ojos al cielo porque me doy cuenta que valgo tanto
o más que una estrella, tengo muchas ventajas sobre
cualquier astro junto a mí; ellas, las estrellas no
pueden sentir, ver, oír, hablar ni mucho menos pensar
y actuar, salvo que el hombre le conceda tales
privilegios en alguna historia de amor.
Luego, en el silencio profundo y misterioso de mi
corazón, tomo asiento en la tierra en que me encuentro
y abrazándome a mí mismo hago frente al frío intenso y
penetrante de la soledad; de pronto, puedo escuchar el
murmullo del viento que lleva consigo las alegrías y
lamentos de otros caminantes como yo.
Muchos se abren caminos y siguen andando, a lo lejos
los puedo escuchar, a los que están más cerca los
puedo ver; entonces, dentro mío se confunden los
sentimientos de alegría, tristeza, éxito y fracaso, en
mis ojos se enredan las imágenes de una sonrisa, una
lágrima, un rostro enfurecido y otro deprimido, a más
distancia puedo escuchar las tiernas risas de los
niños y al mismo tiempo el amargo llanto de otros que
sufren.
Quiero levantarme nuevamente, quiero volver al camino
para unirme a la alegría, al éxito, a una sonrisa, a
la esperanza y luchar contra la tristeza, el fracaso,
enfrentarme a una lágrima, a ese rostro enfurecido y
poder conquistar al deprimido. ¿Cómo podré hacer eso?,
si soy como ellos, un caminante más.
¡No!, uno más no, desde ahora soy el primer
caminante, el que va a la delantera, el que enseña el
camino, el que auxilia al accidentado, el que anima al
luchador, el que ilumine en la noche, el que regale
sonrisas y llene de alegría los corazones, el que les
ayude con la carga pesada del dolor y les robe la
tristeza de sus ojos, ¡ese hombre que los acerque a
Dios, ese atrevido, desde ahora quiero ser yo!
Y el silencio total retorna a mí, me encuentro de pie
junto al camino en la obscura noche cruel; de pronto,
de la inmensidad del cielo nace un fuerte rayo de luz
que me rodea por completo, y una grave pero tierna que
con tono alegre primero y triste al final me dice:
"Un payaso... Hombre, a caminar, luego a correr, tu
lucha será la misma humanidad, tu lucha será el amigo
y el extraño que esté cerca o lejos de ti, a todos los
traerás hacia Dios. Tú, Hombre, dibujarás infinitas
sonrisas con colores mágicos y las derramarás por el
Mundo y el Universo, sacarás de tu bolsa un ramo de
coloridas flores y las pondrás en los corazones
humanos con un soplo de alegría, y estas flores no se
marchitarán porque serán regadas con la sangre de
esperanza que corre dentro de los hombres. Tú, Hombre,
te robarás la tristeza y el dolor del enfermo, del
niño hambriento, de la viejita en la calle sin nada ni
nadie, te robarás aquellas lágrimas del condenado, del
encarcelado, del fracasado, te robaras las penas y
amarguras de una madre pobre, de un padre sin trabajo,
de un hijo descarriado, te robarás la duda, tristeza,
llanto y desconsuelo del enamorado perdido. Tú,
Hombre, llenarás de alegres colores el Universo
entero, pero detrás de tu sonrisa de Payaso, me
entregarás todo el dolor y tristeza que logres robar a
los caminantes".
La voz que me hablaba se calló, la luz que nacía del
cielo ahora nace de mí, puedo brillar como las
estrellas del cielo; me miro con más cuidado y noto
que mi ropa no es la misma, ahora tengo zapatos muy
grandes y con cascabeles, un pantalón tremendamente
ancho y corto, con largos tirantes hasta los hombros,
una camisa llena de corazones con unos botones
gigantes, tengo puesta una corbata muy chistosa con
puntitos de colores, en mi pantalón veo muchas
sonrisas, son niños juguetones y traviesos. Tengo a mi
derecha una gran bolsa cuadrada, adornada con rosas
sin espinas. ¡Y mi cara!, tengo una sonrisa y mirada
confundida entre la alegría y la tristeza, mi nariz es
una pelotita de amor y en la cabeza tengo un
sombrerito de colores con una pluma al costado.
Los caminantes que me ven comienzan a reír, y ya
pueden mirar en la noche, soy como una estrella, más
que una estrella soy un ser humano; a caminar, luego a
correr, entro al camino con luz propia para esparcir
por el Universo las flores de alegría y robarme las
tristezas. Ya no hablo como un hombre, tengo la voz de
un niño, un Payaso...
Sí, un payasito, ¡Señor, quiero ser un Payasito!