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  • Lecturas de Contabilidad Financiera
    Momentos Estelares de la Contabilidad

    Para apreciar plenamente el significado de una disciplina y su importancia cultural, parece ser necesario familiarizarse con su comienzo y temprano desarrollo. Así, en el caso de la contabilidad y sus primeras manifestaciones "teóricas" estos comienzos estuvieron ocultos en la oscuridad durante demasiado tiempo. Sólo durante las últimas décadas este velo fue descubriéndose poco a poco.

    RICHARD MATTESSICH

     

    JESÚS ALBERTO SUÁREZ PINEDA

    INTRODUCCIÓN

     Escribir un libro sobre un tema tan alejado de la propia especialidad es, en el mejor de los casos, aventurado. Aún así, pese a ser un lego en materia contable, pudo más la tentación irresistible de fomentar la búsqueda de una visión contable, en el ámbito de una estructura orgánica vital: corazón, cabeza y manos de la cultura contable, un modelo que implica un vasto cambio de punto de vista pedagógico y curricular. La inserción del corazón en mi propuesta tal vez revele cierto aire de utopía e idealismo que coloquen las alarmas de inmunización a los pragmáticos habituados a las ventajas de una ciencia terrenal. D.H. Robertson alguna vez dijo en un artículo económico: el papel del economista consiste en sacar letreros de 'cuidado' cada vez que se hacen propuestas que para su funcionamiento eficaz dependen del amor. La decisión de colocar letreros de alerta y el libro en un anaquel está en manos del lector, pero no sin antes reparar en el objetivo general mi intento: conseguir entre los contadores y los agentes económicos una cambio de actitud que les lleve a aceptar el razonamiento ordinario de sentido común de aquellos que permanecen fuera de las fronteras científicas de sus disciplinas. De seguro una lectura exhaustiva del ensayo  les permita sofisticar sus antídotos, pero no sin antes reparar que si un hombre quiere alcanzar un grado eminente de conocimiento, le costará tiempo, observación, hambre, desnudez, mareo de cabeza, debilidad en el estómago y otras incomodidades, como bien señala don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

     Por razones pedagógicas estructuré  la redacción de este ensayo en tres ejes: uno estético, otro conceptual, otro histórico. He aquí tres claves de lectura que no deben pasar inadvertidas para su interpretación. Mi interés obedece a colocar en la palestra de la crítica académica, un intento sincero y comprometido para sembrar sin prisa, pero sin pausa, la nueva generación de contadores que tanto ha menester que se formen en nuestras Facultades de Contaduría. La empresa es ardua y espinosa, dado que los aportes investigativos más importantes argumenta el profesor Franco Ruiz, han sido desarrollados por esfuerzos solitarios de profesionales pioneros, que sacrifican en gran parte los encantos del lucro derivados del ejercicio profesional, para contribuir al desarrollo del pensamiento, mientras las universidades en general se hunden en sus actividades técnicas, calificadoras de fuerzas de trabajo, ausentes de fundamentación científica y los gremios solamente inquietos en momentos coyunturales surgidos de etapas reglamentarias.

     Aconseja un antiguo refrán que lo bello es difícil, como los muchos que utilizó Sancho, para amenizar las aventuras de don Quijote por los campos de Montiel y a los que también era aficionado el gran fraile de Sansepolcro, Luca Pacioli, fundador de la primera gran revolución de la contabilidad en los orígenes mismos de la Modernidad y el capital. En él también bulló el espíritu paremiológico, pues como se dice en el Quijote: no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas. El Hermano Luca, apenas iniciado el capítulo IV, de su Summa de Aritmética hace patente la dificultad de la empresa.Pues como bien dice el refrán, se necesitan más saberes para ser un buen comerciante que para ser un buen doctor en leyes. ¿Cuántos más se requerirán para comprender las reflexiones teóricas del moderno 'lenguaje de los negocios', 6000 años después de la contabilidad de los "token-envelope" de los sumerios, en que el patriarcal 'oficio de escriba' sólo era digno de quien deseara conocer los secretos del buen calculador y del buen contable?

     Me acerqué a la Contabilidad por accidente. El primer libro sobre investigación contable que leí fue un 'curioso'  trabajo escrito por los profesores Mantilla y Tristancho (1992). Se trataba de ayudar en una tarea universitaria al esposo de mi Jefe Inmediata de uno de mis sitios de trabajo como profesor, esta persona estaba a punto de recibirse de contador y no entendía nada de lo que allí se decía. ¿Qué podía hacer yo, si no entendía un ápice de técnica contable y, además, por culpa de esta noble disciplina casi no paso Quinto de Bachillerato, si no fuera por la benevolencia del profesor que, conmovido aceptó que todos aquellos estudiantes que llevaban perdida la materia tendrían una segunda oportunidad si donaban al Colegio algunos implementos de uso cotidiano en teneduría de libros? Su lectura me hizo cambiar la idea que tenía de la contabilidad.

     Me sorprendió saber sobre todas aquellas aplicaciones e implicaciones de la moderna socioepistemología que el libro sugería para el saber contable. Quedé estupefacto por cuánto había avanzado la contabilidad, pero comprendí por qué mi amigo me urgía que lo ayudara, pues era tan ajeno a la filosofía de la ciencia, como yo a la contabilidad. Una vez terminada su lectura, pude conjeturar que alguno de sus autores, o tal vez ambos, primero fue humanista o teólogo que contador, a juzgar por sus citas y referencias. Pocos contables relacionan ¿Existe de Dios?, de Hans Küng, con epistemología contable, o, Fides et Ratio [Fe y Razón] con la emergente 'contabilidad del conocimiento', cuyo objeto primordial es la medición del capital intelectual. Con el tiempo supe que se trataba del profesor Mantilla, después de leer otros de sus libros, ya propios o ya  traducciones comentadas del inglés sobre temas contables, de auditoría y control, acompañadas de amplias notas bibliográficas.  El libro, a pesar de contener muchas erratas, más por la edición que por culpa de sus autores, me abrió nuevos horizontes.

     En un seminario de Fidesc realizado en la Universidad Libre, en el que conocí al profesor Ricardo Elías Valenzuela, le confesé mi interés por la investigación contable, pese a no ser contador. Si quiere iniciarse realmente en ese tema, dijo, le recomiendo que se lea Principios de investigación contable, un libro que publicó la Universidad Externado de Colombia, y así podrá entender la noción de obstáculo epistemológico aplicado a la contabilidad. Seguí su recomendación con tan denodado esfuerzo, que me di la tarea de conocer personalmente a sus autores, con tan buena suerte, que uno de ellos, Álvaro Benavides fue profesor mío de Sicología en la Universidad Nacional y, otro, el profesor Francisco de Paula Nicholls, lo conocí en un congreso de Contabilidad, por invitación de la Dra. Genoveva de Constain, decana de la Facultad de Contaduría Pública de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, quien tuvo la deferencia de presentármelo y de brindarme la oportunidad de pertenecer por primera vez a una facultad de Contaduría Pública.  Encontrándome en distintas oportunidades dictando conferencias sobre investigación contable, el destino me deparó la suerte de ingresar como profesor de Teoría Contable y de Historia de la Contabilidad, en algunas facultades de Contaduría Pública, sin ser contador. ¿Pero puedo ser profesor de Teoría Contable, sin ser contador?, Increpaba con incredulidad al profesor Marco Antonio Machado, entonces Jefe del Departamento de Investigaciones de la Facultad de Contaduría Pública de la Universidad Central. Termine de leer el libro de Paciolo, añádale quinientos años de añejamiento y emprenda el reto de formar los nuevos contadores para el siglo XXI. El profesor Nicholls me recomendó la lectura de Analythical Methods de Mattessich y cuando lo hube leído, junto con otros artículos suyos de difícil consecución por estos lares, aprendí a remontarme a las estrellas que alumbran las grandes elucubraciones realizadas por los modernos teóricos de la contabilidad, en tanto que ignoraba qué estaba sucediendo en el que hacer cotidiano de una ciencia terrenal.

     Ojalá no haya decepcionado a nadie, porque todavía no sé hacer un balance, pero Mattessich me desabrió la magia de la historia de la contabilidad, a la vez que los modelos epistemológicos de una teoría contable naciente en nuestros tiempos. La ciencia es divertida cuando no se vive de ella fue una frase de Einstein que se me quedó enclavada en mis viajes contables, pero que muchas veces convencen, como al profesor Germán Escobar Pavía quien, me abrió las puertas del Politécnico Gran Colombiano, para hacerme cargo de la cátedra de Historia de la Contabilidad, y emprender otro reto: reemplazar al profesor Luis Salazar, un experto contador que había escrito un libro sobre el tema. El apoyo incondicional y amabilidad sin límites del doctor Escobar ha despertado en mí el ardiente anhelo de convertirme en contador algún día, pero por lo pronto imparto mis clases en un lugar muy propicio para ello, un campus universitario en que se contempla la ciudad casi caminando en las nubes, pero con los  pies en la tierra, para no caer en el precipicio que deparan los cerros orientales de Santafé de Bogotá, iluminada de noche, arriba por las estrellas y abajo por miles de farolas eléctricas.

     ¿Por dónde empezar la historia de la Contabilidad? ¿Hacia dónde ir? Con gran poder de síntesis, el maestro Francisco de Paula Nicholls da luces a este mare magnum, quien resume, en unas cuantas líneas, 10000 años de historia de la contabilidad, claro, asumiendo la herencia milenaria de los escribas sumerios de la contabilidad arqueológica, en el prólogo del libro de Mantilla et al: Varios caminos ha transitado la Contabilidad desde la Ley Paetelia Papiria, promulgada en Roma en el año 325 a. C., pasando por los 'Quipus' de los Incas, hasta las construcciones de la AAA y el AICPA, como el ASOBAT, SOTATA, FASB, etc., respectivamente.

     Desde la antigüedad romana hasta nuestros días la contabilidad siguió dos sendas, una técnica (dar cuenta y razón de los procesos de registro y control), y otra legal (en especial a lo que atañen a reformas tributarias y crediticias hasta la consolidación de los organismos reguladores de la contabilidad). Con el tiempo, llegado el siglo veinte, la contabilidad adquiere las dos sendas de la contabilidad se confunden en una glorieta, adquiriendo la contabilidad un cariz mixto, a la manera de un álgebra del derecho, como la denominara con gran plasticidad Pierre Garnier. La segunda mitad del siglo XX, se cierra con gran multiplicidad de visiones en torno a lo que llamamos contabilidad, una disciplina científica en ciernes que ya no sólo es contabilidad financiera, sino que extiende sus dominios por las sendas de lo ambiental y lo social. Pero para llegar a ese estadio, la contabilidad aprendió a hablar sumerio, sánscrito, latín, griego, lenguas romances y sajonas...

     El que quiera comprender la importancia que tuvo la contabilidad en Roma durante el siglo IV antes de nuestra era no debe pasar por alto la Ley Paetelia Papiria, promulgada en los años 428 a 441 (325-312 a.C.) de la fundación de Roma (753 A.C), en la que el deudor, después de afirmar su insolvencia bajo juramento, tenía la posibilidad de despojarse de todos sus bienes, salvando de este modo su libertad. En esta ley se admitió la comprobación del nexum, escrita por el acreedor con consentimiento del deudor en el Codex; bastaba esto para hacer nacer la obligación civil como si hubiese habido realmente empleo de "per aes et libram" por medio del cobre y la balanza (GERZ MANERO, 1994: 31). La Ley formaba parte de una importante reforma del régimen del impuesto y del crédito, promovida por Cayo Licinio Estolón, con gran firmeza, tal como no se hallará en ningún otro futuro legislador, para aliviar los males del sistema económico de la época, en que se hicieron decididos esfuerzos por remediar el conflicto social entre pobres (plebeyos) y ricos (patricios), en especial con motivo de deudas, en que éstos, los acreedores, cometían grandes abusos contra aquéllos, los deudores.

      Cabe destacar que a comienzos del siglo XX la evolución contable tuvo gran auge en los Estados Unidos, país que ha prestado una gran importancia a la problemática contable y a la información económico-financiera que se deben suministrar a los agentes económicos, sobre todo  a partir de la caída de la Bolsa de Nueva York, en aquel jueves negro de la historia financiera de un 29 de octubre de  1929. El clima inflacionario de  la postguerra pone en tela de juicio conceptos como principios de contabilidad y costo histórico.

     El cambio de orientación, en el sentido de que los estados financieros reflejen variaciones en el poder adquisitivo de la moneda, lo habían emprendido dos instituciones norteamericanas de regulación contable: el AICPA (American Institute of Certified Public Accountants Instituto Americano de Contadores Públicos Certificados: )-, en lo referente a la práctica empresarial, con trabajos de corte positivista (recomienda la práctica como regla general por su aceptación generalizada) y la AAA (American Accounting Association: Asociación Americana de Contabilidad)-, en lo que compete a enfoques teóricos  y doctrinales, con trabajos de corte normativista.

     El conflicto de visiones entre ambos organismos plantearon dos tipos de investigación contable contrapuestas: investigación contable normativa vs. positiva.  En lo que se refiere a comunidades internacionales privadas cabe mencionar el IASC (International Accounting Standards Committe: Comité de Normas Internacionales de Contabilidad) y la IFAC (International Federation of Accountants: Federación Internacional de Contadores), cuya interdependencia y estrecha colaboración ha redundado en beneficio de la elaboración de normas contables de alcance internacional con resultados fructíferos también en el campo educativo. Todos estos organismos profesionales pretenden unificar criterios en la elaboración  de un marco conceptual contable y en la emisión de normas de aceptación general.

     ¿Qué camino siguió la tradición contable a nivel universal? Nicholls et al. (1986) consideran que la contabilidad, como la historia nace en Sumer, dado que el registro de la técnica de las cuentas surge, cuando nace la escritura, y esto ocurre hacia el 3500 a.C. el los fértiles valles de Mesopotamia que cubren los dominos del País de Sumer. Su posición es ésta El sol nace en Oriente y la civilización nos viene de Oriente; la contabilidad y el comercio han seguido con el correr de los siglos el mismo sendero. La historia los ubica entre los sumerios, en la Caldea y desde allí inicia su lento peregrinar por Biblos en el Asia Menor, por Chipre, Creta, Troya, Atenas, Egipto, Roma, Florencia, Venecia y Génova, el Norte de Europa, Inglaterra y los Estados Unidos, en un tiempo aproximado de 60 siglos, lo cual demuestra que la contabilidad no es tan joven como algunos aseguran.

     Como quiera que haya sido su evolución, los modernos estudios de la contabilidad arqueológica revelan que la contabilidad comenzó su paso indeleble por la historia con dos grandes aportes: los números y la escritura...

     Contrario a lo que tradicionalmente se daba por hecho en los estudios historiográficos de la contabilidad que sostenían que la escritura y el cálculo abstracto eran un prerrequisito de la muy ancestral técnica de las cuentas (p. ej. Littleton 1966: 12; Skinner 1987: 4-6), nuevos enfoques de la contabilidad arcaica ponen en tela de juicio esta idea tan arraigada en el mundo académico. El prodigioso invento de la escritura cuneiforme  hacia el 3500 a. C. es posterior a la contabilidad casi en medio melenio. Lo mismo puede decirse del sistema de registro que llevaron los iniciadores de la civilización agrícola en Mesopotamia: ¡también fue anterior a la historia de la aritmética! La escena la podemos ubicar en los valles del 'Fertile Crescente', bañados por los bíblicos Tigris y Éufrates, dos ríos con más historia que agua, porque fue allí donde precisamente comenzó la Historia, según el experto sumerólogo Samuel Noah Kramer (véase Krammer 1974), C.

     Los resultados de la investigación revolucionaria realizada por la arqueóloga franco-norteamericana Denise Schmandt-Besserat (1992), de la Universidad de Texas, en Austin, y enriquecidos con aportes propios por el profesor Richard Mattessich (2000), de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, Canadá, fueron analizados por el profesor italiano Giuseppe Galassi 1998: 37-63), de la Società di Storia de la Ragioneria (Sociedad de Historia de la Contabilidad), con sede en Roma. Se plantea la hipótesis crucial de que el sistema contable por fichas dentro de envolturas, ambas en arcilla, denominado por Mattessich contabilidad de los "token-envelope", no sólo fue anterior a la representación pictográfica del lenguaje e incluso la aritmética sino que la gran contribución de la contabilidad a la historia de la matemática y de la escritura fue el mayor impulso que dio al cálculo abstracto y a la escritura de las palabras. Los autores reseñados ponen especial énfasis en dos puntos:

     (i) Entre el 8000 y 3000 antes de nuestra era, los escribas sumerios llevaron un sistema elaborado de contabilidad por fichas de arcilla de diferentes  formas (conos, esferas, discos y cilindros) a las que Schamandt-Besserat denominó tokens, y a cuyo sistema de inventario el profesor Mattessich llamó  contabilidad de los 'tokens'.  De esta época datan los primeros pictogramas de la contabilidad. Cada forma representaba una mercancía diferente: una oveja, una jarra de aceite, etc.; para el caso de bienes de gran volumen, como el grano, se les relacionaba con una cantidad específica.

     (ii) Entre el 4000 y el 2000 antes de Cristo, se produjeron cambios significativos en el arte de llevar las cuentas en el País de Sumer. En torno al 3250 a.C., las fichas contables eran almacenadas en recipientes perecederos y luego en envolturas permanentes de arcilla. Cincuenta años más tarde, hacia el 3200 A.C., la superficie de las envolturas era marcada con la huella de cada una de las fichas contables, antes de meterlas en la envoltura y de que ésta fuera sellada. Mattessich identifica este nuevo sistema de registro con la expresión contabilidad de los token-envelopes (sistema contable por fichas dentro de envolturas), para diferenciarlo del anterior y ubicar allí el origen de la escritura ideográfica y del cálculo abstracto.

     El profesor Richard Mattessich interpreta estos dos hallazgos a la luz de la filosofía moderna, concretamente haciendo alusión a las dos filosofías de Wittgenstein que opone las acciones de 'mostrar' a las de 'decir', lo cual explica la transición fundamental de la 'contabilidad de tokens' (escritura pictográfica de representación concreta) a la contabilidad de los 'token-envelopes' (escritura ideográfica de representación concreta). La mágica aparición de las matemáticas sé dio cuando el hombre comprendió que lo se representaba en la superficie de las envolturas era  la misma cantidad que se obtenía después de contar las fichas de arcillas contenidas en su interior.

      En mis modestos, pero decididos estudios sobre contabilidad arqueológica puedo identificar dos orígenes. De hecho es discutible que la contabilidad tenga dos orígenes:  uno relacionado con la técnica y otro basado en la ética. Pero la misma naturaleza de la contabilidad nos hace pensar en ello, e incluso podría ponerse en perspectiva crítica a la luz de la historia de la contabilidad y la economía en su relación con el desarrollo social,  con apoyo de los supuestos teóricos elaborados por Richard Mattessich (2000), por lo que compete al origen técnico de la contabilidad, y Amartya Sen (1987), en cuanto a la explicitación del vínculo original entre análisis económico, filosofía moral y economía del bienestar, tan útil para revitalizar el origen ético de la contabilidad como una teoría de la decisión social,  con el ánimo de plantear en forma crítica el distanciamiento entre contabilidad financiera y contabilidad social que caracteriza el análisis contable moderno y que termina convirtiendo a la contabilidad en una ciencia de la mera capacidad de Reflejar la evolución del patrimonio de la empresa.

     El origen de la contabilidad relacionado con el enfoque técnico procede de dos vertientes en direcciones distintas y, además, puede remontarse hasta 10000 años en el Medio-Oriente (8000 A.C.). La primera vertiente tiene una marcada orientación práctica que perduró durante un período de tiempo de 6000 años, a partir de alrededor del noveno milenio a. C. y el final del tercer milenio a. C. (8000 A.C.-2000 A.C.), época en que se desarrolla la gestación milenaria de la contabilidad de Mesopotamia. Para seguir el rastro a la segunda vertiente, en cambio, conviene hacer tres saltos: primero, uno cronológico, desde el tercer milenio antes de Cristo, al siglo cuarto a.C. (2000 A.C.-300 A.C.);  segundo, uno geográfico, desde Mesopotamia al centro de la India; y tercero, uno intra-disciplinar, desde la concepción pragmática de la contabilidad que caracterizó los 6000 años de la contabilidad sumeria hasta los orígenes del pensamiento contable.

     Esto sucedió  en la India durante el período de la dinastía Mauryan (ca. 321 A.C.- ca. 184 A.C.), en que apareció un antiguo tratado que se anticipó, en 2300 años, a la formulación de algunos problemas contables modernos: el Arthasastra (que en traducción literal del sánscrito, significaría algo así como instrucciones sobre la propiedad material), de Kautilya, consejero y ministro del emperador de la India Chandragupta, fundador de dicha dinastía y que escribió en el siglo IV a.C. (ca. 300 A.C.).

     En el plano de la economía, el profesor Amartya Sen comenta: El tratado comienza con la distinción, en el primer capítulo, entre los "cuatro campos del saber", entre los que se encuentra (1) la metafísica y (2) el conocimiento de "la justicia y la injusticia", pero, luego, se dedica a analizar tipos de saber más prácticos que tratan de (3) "la ciencia del gobierno" y (4) "la ciencia de la riqueza". Al discutir una amplia gama de problemas prácticos, que van desde la "construcción de pueblos", "la clasificación de tierras", "la recaudación de impuestos", el mantenimiento de la contabilidad", "las regulaciones arancelarias", etc. hasta "las maniobras diplomáticas", "la estrategia para los estados vulnerables", "los pactos para la colonización", "la influencia en grupos de un estado enemigo", "el empleo de espías", "el control de la malversación llevada a cabo por los funcionarios", etc., la atención se centra por completo en los problemas "técnicos" (Sen 1987: 23-24).

     A su vez, en el ámbito contable, el profesor Richard Mattessich destaca el uso  de algunos conceptos relativamente sofisticados: Este sabio hindú no sólo distingue diferentes clases de ingresos, sino que menciona conceptos que presentan similitudes con las ganancias reales contra las ficticias, los costos fijos contra los variables, clasifica los gastos y se preocupa bastante de los asuntos de impuestos, y todo esto, dos mil años antes de que los contables occidentales desarrollaran ideas similares (Mattessich 2000: 5, traducido) (nuestro subrayado).

     La influencia del Arthasastra de Kautylia perdura hasta la Edad Media, sobre todo en lo que atañe al vocabulario técnico de más de cuatrocientos términos relacionados con la administración, las finanzas, la justicia, el bienestar. La historiografía del tratado en sus expresiones es analizado por S.C. Mishra (1997), en su libro: Evolution of Kautilya's Arthasastra: An Inscriptional Approach Evolución del Arthasastra de Kautilya: un enfoque documental de sus inscripciones. El autor identifica cuatro hitos desde el siglo cuarto hasta la Edad Media, sobre la base de una análisis de frecuencias de conceptos provenientes del Arthasastra: (1) el período Mauryan en que se escribió el libro, (2) el siglo I de nuestra era, (3) los siglos V y VI y los siglos X y XII. El profesor Mattessich hace un análisis mucho más  abarcativo, identificando dos momentos estelares en la contabilidad desde el amanecer del hombre hasta Pacioli: (1) evolución de la práctica contable en Mesopotamia (8000 a.C. - 2000 a.C.) y (2) evolución del pensamiento contable en la India (ca. 300 A.C. hasta la Edad Media). En estas dos líneas de tiempo, quedan prefiguradas las dos vertientes de la tradición técnica de la contabilidad.

     El origen de la contabilidad relacionado con la visión ética de la motivación y el logro social lo comparte con el de su hermana, la economía. De hecho es una visión algo extraordinaria para esta última, dado el carácter tímidamente no ético de la economía moderna que se interesa más en los problemas logísticos y técnicos, pero que en realidad tiene sentido en sí mismo, dada la naturaleza  de la economía o de la contabilidad, porque se supone que estas disciplinas se interesan también por personas reales. La génesis de esta visión es doble y se desarrolla en Grecia bajo la égida de la pregunta socrática de ¿cómo hay que vivir?, Que enmarca la motivación fundamental para la ética, y el planteamiento de Aristóteles de que el fin de la política, ciencia rectora del resto de las ciencias en la que está incluida la economía, debe  ser  lo bueno para el hombre, apunta a la visión del logro social en perspectiva ética. Ni la pregunta socrática de motivación ética ni la de Aristóteles de logro social figuran en el Arthasastra de Kautilya, el primer documento relativo a la economía y uno de los primeros vestigios del pensamiento contable.

     Sucede todo lo opuesto en Aristóteles, contemporáneo de Kautilya, pero de quien jamás tuvo noticia. Sin negar la importancia del enfoque técnico, Aristóteles prefiere la visión ética, aduciendo que la economía se encuentra relacionada, en última instancia, con el estudio de la ética y de la política. Esto explica por qué los filósofos griegos no se interesaron por la contabilidad, que nace del enfoque técnico del mundo comercial. Contrario a la economía, el origen ético de la contabilidad es posterior.

     La preocupación de Aristóteles era el estudio de la política, la ciencia más fundamental de todas, como la denomina al comienzo de su Moral a Nicómaco, por cuanto  determina cuáles son las ciencias indispensables para la existencia de los Estados, cuáles son las que los ciudadanos deben aprender además de prescribir en nombre de la ley lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. La economía, en tanto que ciencia de la riqueza está subordinada a la política, dado que su fin último es el bien común. Al tiempo que Aristóteles discute el papel del Estado en los asuntos económicos, también mantiene firmemente el punto de vista de que "el fin del Estado" es "la promoción común de una buena calidad de vida" (Política, III, ix; en la traducción de Barker 1958, pág. 117). Véase también Política I, viii-x. (Amartya Sen 1987: 21, nota 3).

     Después de identificar dos modos de consecución de la riqueza (la economía de subsistencia y el comercio), el espíritu griego del Estagirita para quien el esclavo forma parte de la propiedad, desprecia el comercio: Siendo doble la adquisición de los bienes, como hemos visto, comercial y doméstica, ésta necesaria y con razón estimada, y aquélla con no menos motivo despreciada, por no ser natural y sí sólo el resultado del tráfico, hay fundado motivo para execrar la usura, porque es un modo de adquisición nacido del dinero mismo, al cual no se da el destino para que fue creado. El dinero sólo debía servir para el cambio, y el interés que de él se saca, le multiplica, como lo indica claramente el nombre que le da la lengua griega. Los padres en este caso son similares a los hijos. El interés es dinero producido por el dinero mismo; y de todas las adquisiciones es ésta la más contraria a la naturaleza. Tal vez éste fue un lujo que se dio la sociedad griega del mundo clásico en que prevaleció un modo de producción esclavista, pero no en una capitalista como la nuestra, aun cuando hoy no se habla de esclavos, sino de obreros. Hay una diferencia entre la fuerza de trabajo del esclavo y la del obrero: es que la vida de éste no le pertenece al burgués, aclara el profesor Jack Araújo. La crítica aristotélica está dirigida contra todos aquéllos que utilizan la usura para crear un monopolio, El filósofo ha de sacar provecho de las enseñanzas de la economía sin perder de vista la aspiración suprema de lo bueno para el hombre.

     En este sentido Aristóteles trae a colación un ejemplo elocuente. Citaré lo que se refiere a Tales de Mileto, a propósito de una especulación lucrativa que le dio un crédito singular, honor debido sin duda a su saber, pero que está al alcance de todo el mundo. Gracias a sus conocimientos de astronomía pudo presumir desde el invierno, que la recolección próxima de aceite sería abundante, y al intento de responder a algunos cargos que se le hacían por su pobreza, de la cual no había podido librarle su inútil filosofía, empleó el poco dinero que poseía en darlo en garantía para el arriendo de todas las prensas de Mileto y de Quíos; y las obtuvo baratas, porque no hubo otros licitadores. Pero cuando llegó el tiempo oportuno, las prensas eran buscadas de repente por un crecido número de cultivadores, y él se las subanrendó al precio que quiso. La utilidad fue grande; y Tales probó por esta acertada especulación, que los filósofos, cuando quieren, saben fácilmente enriquecerse, por más que no sea éste el objeto de su atención. 

     En la época de Sócrates, según el escritor italiano Luciano de Crescenso, un ex-ingeniero que abandona voluntariamente un trabajo seguro en la IBM, para dedicarse al mundo de la literatura y del espectáculo, la proporción que había entre ciudadanos y esclavos en el siglo V antes de Cristo era uno por cada cuatro en Atenas, uno por cada ocho en las ciudades portuarias como Corinto, donde se guarecían centenares de naves cuyos esclavos estaban encadenados de por vida a los remos: al esclavo remero lo soltaban después de muerto. Mientras vivía, en cambio, de hecho formaba una unidad con el banco: comía, bebía, dormía, efectuaba sus necesidades (y, en cualquier momento, se ahogaba), siempre en su puesto de trabajo. En este modo de producción esclavista, característico del mundo antiguo griego y romano, observamos, pues, una connivencia entre la ética del héroe y la ética del ocio, para desgracia del esclavo. El  héroe griego era un personaje, añade De Crescenzo, más importante que los artistas,  que los poetas,  que los políticos y tal vez incluso que  los dioses, para quienes estaba reservada la ética del ocio. La palabra ocio está implícita en la etimología griega de escuela. En tanto que  el héroe garantizaba su sustento y gloria, como recompensa por sus fatigas de la guerra, o, a lo sumo, por su buen desempeño en competiciones de atletismo o pugilato, diciendo: en la lanza está mi pan y en la lanza me apoyo para beber, la misma con que obtenía el botín de guerra y mujeres para violar, el ciudadano libre, en cambio, obtenía su sustento, por derecho propio, lo que le permitía dedicarse a las artes, la literatura y la filosofía, despreciando cualquier forma de trabajo manual como la labranza de los campos o las labores artesanales, actividades éstas que eran propias de los esclavos. Para Sócrates, concluye De Crescenzo,  el ocio no era el padre de todos los vicios, sino 'el hermano de la libertad'. El término con que se indicaba el trabajo manual en Grecia era banausía y equivalía a "oficio innoble, digno de que lo lleve a cabo tan sólo un individuo de raza inferior". En lo que se refiere a las ganancias: ni hablar: En aquellos tiempos el mercader era considerado al mismo nivel que un ladrón. Bastará recordar lo que Eurílao dice a Ulises, en el libro VIII de la Odisea, cuando intenta ofenderlo de manera insensata:

     

    - Tú, oh extranjero, no pareces en lo más mínimo a un atleta experto en competiciones, sino más bien un hombre que, estando al mando de una chusma de mercaderes y traficando con una nave repleta de bancos, se ocupa tan sólo de la carga, de los géneros y de las rapaces ganancias.

     

     Hice lo que pude, desde el ámbito de la filología clásica, campo de la lingüística diacrónica en la que me formé, otros más capaces tal vez descubran inconsistencias en mi propuesta de la triada ordenada corazón, cabeza, manos para una propedéutica contable y, manos, corazón, cabeza para seguir el rastro histórico de los momentos estelares de la contabilidad. No obstante, hay un alentador refrán que trae a cuento el Hermano Luca, al comenzar el capítulo XVIII de su Summa: Quien nada hace, no se equivoca, y quien no se equivoca, nunca aprende . De modo que echamos a rodar la bola, aprendiendo más de nuestros errores que de nuestros propios aciertos.

     El libro de Pacioli, nace con la Modernidad, dando la bienvenida al Renacimiento, y fue el último 'incunable', digno de este nombre, de toda una herencia secular de monjes amanueses de la Edad Media, época en que se incubó el moderno método de la 'partida doble', que si bien esta expresión nunca la utilizó Paciolo (o Pacioulo, Pacioli... en la lengua toscana que también hablaron Miguel Ángel Buonarroto o Buonarroti y Nicolás Machiavello o Machiavelli) sí reveló las bondades de la solución de un problema de la técnica mercantil de entonces, que se venía gestando desde principios del siglo XII. ¿Quién 'inventó' la partida doble? Es un misterio que permanecerá oculto en los arcanos de la historia. Una copia de la primera edición impresa en Venecia el día 10 de noviembre de 1494 por el editor Paganino di Paganini -el mismo que reimprimió una segunda tirada de la primera versión en 1523, cosa rara en aquella época- reposa bajo custodia en la biblioteca de la Universidad de Sevilla.

     A pesar de que el refrán de la última cita era ya muy popular en aquélla época en que empezaba el renacimiento de la cultura, hoy es poco común en estas latitudes y que ha menester nuestra investigación contable, si se quiere abonar el desierto estadio de este campo, pese a los grandes avances de la contabilidad en el contexto internacional. En ambas frases Paciolo vaticina las dificultades inherentes a los más variados conocimientos que debe manejar el experto contable, para estar a tono con los colosales saberes que está integrando día a día la moderna teoría de la contabilidad, ya en sus componentes, ya en sus relaciones o bien en el diseño de modelos analógicos de una contabilidad basada en objetivos específicos en que se da cabida a las relaciones fines-medios de ciencias aplicadas, esto es, orientadas por objetivos, cuyas teorías normativas tratan de recomendaciones o prescripciones, sobre la base de normas condicionales que se mueven en el ámbito del 'sería' o 'debería', propio de las pragmáticas hipótesis instrumentales que conllevan a la conjunción de dos ámbitos: la investigación analítica de matemáticas y la investigación empírica, por oposición a las hipótesis científicas o declaraciones propias de las ciencias puras o positivas, cuyas descripciones se mueven en el campo del 'es' o 'será'. Según esto, y teniendo en cuenta la concepción de Mario Bunge sobre ciencias puras y aplicadas, el profesor Mattessich ubica la contabilidad y la auditoría al lado de la ingeniería, la arquitectura, la medicina, la meteorología, las astronomía, el derecho... sin olvidar las relaciones causa-efecto de las ciencias puras, como las matemáticas, la lógica, la física, la biología, la economía, las ciencias del comportamiento..., conforme el curso que ha venido adoptando la propuesta del ya octogenario y emérito profesor de la Universidad de Vancouver, desde que lanzó la segunda gran revolución de la contabilidad, tal como la iniciara en 1957. Como todo el mundo sabe, el antiguo método de las teorías para explicar los fenómenos económicos ha dejado paso hace tiempo al método de los modelos, aduce el profesor Enrique Ballestero, en cuyo estilo lleno de poesía -en el sentido etimológico de la palabra- devela los secretos más abstrusos y difíciles de Mattessich y de la nueva contabilidad, al alcance de los no contadores, como ocurre con los ensayos del profesor Jorge Tua Pereda, escritos también en lenguaje poético, en especial los que llevan el rótulo una reflexión personal, muchos de los cuales fueron  recopilados en una cuidada edición por un digno hijo Paisa, como lo denominara su autor, al mostrarle el libro.


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