ADOLFO LEÓN TORRES RODRÍGUEZ
Luego de graduarse, el Maestro Torres viaja a México en comisión de
estudios a realizar Su estadía en México significó los primeros contactos con el arte urbano y
su referencia con el Muralismo
Mexicano. Conoce al Maestro Rufino Tamayo y su espléndida obra exaltada en su expresionismo y simbolismo
de vanguardia latinoamericana. La imaginería popular mexicana, con sus cultos
profanos y sagrados encuentra eco en las tradiciones populares de Popayán,
expresado en las procesiones de El maestro Torres manifiesta en su autobiografía: Hay todo un carnaval secreto en mis figuras, intrusos fantasmas exorcizados en mis cuadros, lo mismo que el dolor del hombre perdido en su impotencia. De allí mis "Míticos"(1988) y "Sacrificios" (2002), o la historia que uno quiere reencontrar en los ancestros milenarios, en "Viacrucis 500 años"(1992). Soy sensible a la belleza de las formas "Desnudos"(1995)., tanto como a los lugares entrañables de nuestra arquitectura colonial (serie” interiores"1998), lo mismo que a los testimonios de un pueblo que siembra su música en el tiempo (serie "Chirimías"), como dejo memoria en el monumento escultórico de “Chirimía” (2000). Pero es, ante todo, mi propio rostro, lo que busco permanentemente en
medio de las sombras ("Autorretratos"1993), y para ello debo
explorar el límite de mis posibilidades, deambular entre los hombres, ser
sensible al sufrimiento humano, inquirir el porqué de la angustia que signa
la historia desde siempre, el porqué la violencia opaca la felicidad de esta
patria del Sagrado Corazón; y entonces veo que el Cristo es la imagen viva
del acontecer individual y universal, inquietudes que revelo en mi última
exposición, “Entre Pasos” (2007), enraizada en nuestra centenaria
cultura religiosa y procesional de Su amigo Pintor y Poeta Rodrigo Valencia Quijano expresa, acerca de su
última producción individual ENTREPASOS año 2007: ¿Qué hay entre pasos, entre el humo de las ceremonias, de las reliquias, los ruegos, los atuendos de liturgia, las imágenes procesionales, los innumerables pasos del carguero, las alcayatas, alpargatas, el aroma del incienso, la guardia de los centinelas, el incansable mirar del transeúnte entre el sereno, las marchas fúnebres, la luz de las veladoras y el ajetreo de multitudes? ¿Qué decir del dolor de los Cristos, del tormento, de los azotes, de las lamentaciones, de las negaciones, de los descendimientos, de los ojos llorosos de los santos, de toda la parafernalia que induce a las miradas del devoto al asombro dejado entre anhelos y preguntas sin respuestas? ¿Es la fe, evento de multitudes, cultura sellada por idiosincrasias y costumbres, la expectativa de mirar, aunque sea por medio de símbolos, el significado o vivencia de lo sacro, esa llaga infinita que lleva el ser humano muy adentro, como el sagrado corazón? Sólo alturas infinitas, sólo el cruce atemporal de las reconditeces sacratísimas del alma nos pueden responder. Sin embargo, la urgencia de los tiempos nos niega un lugar para lo fundamental; nos entretiene en la mácula profana de acontecimientos del vivir externo. ¿Pero la pregunta infinita, la ecuación indescifrada, el eco allende la estructura interior de los espíritus, los lenguajes ignorados, la metafísica de las vivencias, quedan expresadas en esos ritos que el tiempo, la historia y el anhelo humano presienten desde siempre y para siempre, al menos para las miradas devotas? Ha realizado los proyectos de investigación-creación “El télfor como
soporte alternativo en el dibujo y la pintura de caballete” (1999), y
el monumento “La chirimía” (2000). Actualmente es director del
Grupo de Investigación-Creación “Artes 2000, de “Opino que el Arte da sentido a la existencia y nos abre umbrales hacia la trascendencia” Adolfo León Torres Rodríguez |